lunes, 18 de septiembre de 2017

Los mantras, los tópicos y la posverdad



Los mantras, los tópicos y los latiguillos. Los hay que, a base de repetirlos, los acabamos aceptando como axiomas y nadie osa, ni por lo más remoto, replantearse su verdad o al menos una visión revisionista del mantra en cuestión.

Y no se hace por temor a ser cuestionado, a someterte a la crítica o al rechazo del tsunami de la opinión consensuada por la posverdad que se ha generado.

Pero uno ya va teniendo esa edad en la que le empieza a resbalar lo que piense el personal y fruto de esa actitud, o de esa inconsciencia, hoy voy a defender que el ordenador no es una barrera en la comunicación con los pacientes. Ni de lejos. Es más, es una herramienta útil que la favorece.

La reflexión viene porque el tema vuelve a estar en la palestra a raíz de una entrevista en el Correo a Mónica García Asensio en relación con la Atención Primaria

Pregunta: He oído quejarse a pacientes de que ustedes ya no les miran a la cara; les hablan mientras meten datos en el ordenador. 

Respuesta: Un estudio concluye que, por cada dos horas de atención al paciente, pasamos una con el ordenador. En Atención Primaria cuidamos mucho este aspecto. La cercanía, mirar a los ojos del paciente... Mucha gente, por esto, ya ni lleva bata blanca.

Hay premisas previas: El personal sanitario es como es, y de donde no hay no se puede sacar. Y que lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta. Es decir, que cazurros los hay, los había y los habrá con o sin ordenador. Brutos y sin sensibilidad los hay, los había y los habrá.

Que los que no levantaban los ojos del papel, cuando el soporte de la historia era este, es imposible que ahora sean el colmo de la comunicación no verbal a través de una mirada empática, pero la culpa de esto no la tiene el ordenador.

Cierto es que el paso al uso de la informática como herramienta de trabajo en la consulta, la mayoría lo hemos realizado con la metodología “susto o muerte” (Es decir, el lunes empezamos y te las vas arreglando como puedas) y que nos hubiera venido muy bien un reciclaje transversal en el uso, y disfrute, correcto de la herramienta, pero como algunos somos médicos pero no tontos, hemos sabido adaptarnos a los nuevos escenarios.

- Hola María (o Pepe) ¿Cómo estás? ¿Qué me cuentas? En qué puedo ayudarte?

- Pues mire, ……………………………………….. 

Durante este tiempo NADIE mira el ordenador, se mira al paciente en actitud empática, de escucha y relajado. Faltaría más (salvo lo cafres irredentos). Después, según el tipo de relato o de exploración realizada, se trasvasa la información al ordenador. Se puede acompañar este tiempo de "silencio" con algún comentario a modo de resumen o sobre los datos. Y el paciente está ENCANTADO viendo a su médico escribir en SU HISTORIA aquello que con tanto esfuerzo se ha preparado en casa para ser preciso en el relato, al tiempo que se relaja cuando le explicas los datos de la exploración.

- Así que empezaste con el dolor hace ya una semana ......

- La tensión, bien, 126/68. Tienes la conjuntiva muy irritada ....

Y ni te cuento cuando tras un rato de silencio del, y con, el médico, fijo este los ojos en el ordenador, al fin habla y le dice. 

- María, esto que me cuentas es muy parecido a lo que te pasó en el año 2008 y entonces te hicimos una RMN que, por cierto, quieres que te imprima una copia, que seguro que ya la habrás perdido, …..

U otro ejemplo en boca de otros



Cierto es que si en el trascurso de la entrevista clínica se intuye que se comienza con una “consulta sagrada”, la actitud de escucha y el hecho de colocar el teclado en su sitio (lejos), deben ser llevadas a su máxima expresión para al final volver a anotar la esencia de ese momento. Insisto, se puede escribir y no estar siempre en absoluto silencio.

Así que menos mantras con el tema y más currar las habilidades básicas y transversales. Esas que cuando se nos ofrecen para nuestra formación continuada, pasamos olímpicamente “porque eso yo lo tengo dominado”, “eso es para los otros que no miran al paciente y solo miran la ordenador”

Ombliguito, ombliguito mío. ¿Hay otro más bonito que tú?

Y ahora, twitter, ya podéis darme caña, que lo sé, me la merezco.



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